Wednesday, May 20, 2015

Educarse a medias

Publicado en El Universal el 2 de mayo de 2014


Uno de los problemas más graves de la educación superior en Colombia es la deserción –los estudiantes que abandonan estudios antes de graduarse– porque esto derrumba la eficiencia del sistema. Mientras tengamos abandonos masivos de estudiantes, los aumentos en la oferta de educación superior no generarán un mayor acceso efectivo a los medios de producción.
Sí, más jóvenes están entrando a estudiar, pero el 48% deserta. Y de estos, el 39% lo hace en primer semestre. Es como tratar de verter agua a un balde con fugas, y sacar pecho por la cantidad de líquido que le entra al balde, cuando en realidad no se está llenando.
Se estima que el costo anual de los abandonos combinados en las instituciones de educación superior colombianas asciende a $221 mil millones, por lo que existe un amplio margen de maniobra para invertir en eficiencia. Puesto de otro modo, ¿queremos graduar más profesionales, técnicos y tecnólogos? Mejorar la tasa de permanencia –resanar las fugas del balde, para continuar la analogía– puede ser la mejor estrategia.
Una de las consecuencias de tener altas tasas de deserción universitaria es que se forma una población que, aunque es económicamente activa, no consigue trabajo con igual facilidad que quienes persisten y se gradúan. Por tanto, lo que termina ocurriendo es que se desaprovecha el potencial de capital humano de una ciudad o país, y se crea desempleo y falta de oportunidades económicas, especialmente para las poblaciones de escasos recursos.
Para contrarrestar este problema, el Gobierno ha propuesto aumentar los canales de financiación de la educación superior. Pagar una matrícula de nueve semestres en una universidad privada cuesta aproximadamente $40 millones, lo que para un hogar de bajos ingresos es más costoso que adquirir vehículo pero menos que el valor de una vivienda. Definitivamente es una barrera al acceso pero no es la única.
Lo que quizá hace falta es lograr que los estudiantes sientan un mayor compromiso con su futuro. Grandes cosas, como que la educación sea fuente de inspiración, para que los joven se apasionen por el conocimiento o que el aprendizaje sea más activo y menos pasivo. Pero también pequeñas cosas, como que el profesor al menos conozca el nombre del estudiante.
  • Para que valgan la pena los sacrificios que implica ganarse a pulso la toga y el birrete –trabajar medio tiempo, subirse a un transporte incómodo para llegar al campus, lidiar con malos horarios de clase– más vale que la experiencia educativa lo merezca, y ese es el principal reto de las instituciones de educación.

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